RONDA 6.48 DEL INDISCRETO CONCURSO DE MICRORRELATOS DE FOROAZKENA. AUTISTA LO HA VUELTO A HACER

mugu escribió:



La mesa de alado

Esmeralda escribió:No sufras Edu, que faltan los mejores

Eduardo Montenegro escribió:01: Tripulación

La conversación de la mesa de al lado parecía más interesante. Estaba cansando de las mismas conversaciones rutinarias; la gimnasia, los libros, la ruta…
La mesa resultaba más refrescante e interesante, hablaba de sueños, comidas que le gustaría albergar, lugares a visitar al volver a Tierra.
Me despedí de Anna, la ventana. Necesitaba nuevas relaciones.
La mesa, casualmente se llamaba Sara, como mi hija, ¡qué coincidencia! Llevaba cuatro años sin hablar con ella, pero aquellas conversaciones con Sara me la hacían presente todos los días.
Fue una genialidad llenar la nave de objetos inteligentes, no me habían avisado, y me asusté cuando, hace dos años, me empezó a hablar Lucy, la compuerta. Incluso pensé que podría ser un desequilibrio mental tras cuatro años con los intercomunicadores con la tierra rotos. Pero dejé de preocuparme, no podían hacerme un reconocimiento médico remoto, y aquellas conversaciones me permitían soportar mi claustrofóbico exilio.

Eduardo Montenegro escribió:02: ¿Qué fue del Capitán Mosca?

La conversación de la mesa de al lado versaba sobre sexo. Agucé el oído para enterarme mejor. ¿Aquello era un fragmento de Lolita? ¿Una escena de Fellini? El diálogo viajaba del español al italiano entre flujos y referencias explícitas. Me hizo gracia lo recurrente de la palabra “potorro”, ¿quién demonios podía utilizarla aún? Levanté la mirada para espiarles y reparé en que todo lo leían desde el móvil. Este es de un toro, aventuraban. Este otro de un criminal autista. Nada tenía sentido. También se reían mucho, y sentí envidia. Pedí otra copa para seguir escuchando sus andanzas cargadas de escenas sensuales. Me excité y sopesé acercarme al baño para hacerme una paja, pero no quería perder palabra. Aquello era maravilloso. Sin poder remediarlo, mi pene se hinchó hasta el paroxismo. Sentí dolor, no podía más. Cuando el camarero del restaurante chino trajo la cuenta, eyaculé en mis pantalones.

Eduardo Montenegro escribió:03: La fórmula del oro

La conversación de la mesa de al lado cesó de repente. Los comensales miraban hacia una tercera mesa en la que mi tío abuelo lloraba desconsolado. Aunque apenas había comenzado la boda, ya había ventilado una botella de vino; el motivo del llanto era que había olvidado la fórmula del oro. Mi tío abuelo solía realizar afirmaciones delirantes como padecer artrosis desde pequeño o poder cargar la tarjeta del móvil con un destornillador, pero la que solía aparecer en toda conversación era la de la fórmula del oro (fabricaba el justo para las quinielas y algún capricho).

Recuerdo durante el velatorio al dueño de la funeraria decirle a un vecino:—era una persona entrañable aunque estaba como una cabra. Días después mi tía abuela fue a saldar la cuenta del entierro, el dueño de la funeraria contempló estupefacto como le entregaba un magnífico doblón de oro.

Eduardo Montenegro escribió:04: Despertar del Letargo

La conversación de la mesa de al lado tornaba interesante cuando me mencionaron:
-¿Cómo fue capaz de volatilizarse?
-Hay muchas cuestiones. Tampoco se explica como brillaban los átomos verdes en el desierto.
-¿Crees que volverá algún día?
-Pienso que no, se sacrificó por todos, así se lo dijo a los guardas que custodiaban aquel día la sala.
-Creo que si algún día apareciera, sería la mayor preocupación para el nuevo líder. Tendría que enfrentarse a la auténtica heredera y entre el otro pueblo y los de estratos inferiores tiene mucho apoyo.
-Déjalo, ya no existe.

Me levanté del asiento, disparé a quién no pensaba que volvería y avisé a su compañero:
-Dile al nuevo líder que Chloe nunca se ha ido.

Eduardo Montenegro escribió:05: "LA VIDA DESDE LA BARRERA"


La conversación de la mesa de al lado transcurría sin alicientes para Jorge, apuraba cada frase tratando de intuir el hilo conductor de una gran historia, una que llevarse a casa para desgranar, regocijarse en ella como un pez devuelto al agua, eran su vida las historias de los demás.
Apenas tenía para rellenar cinco minutos la historia de su vida, anodina, aburrida, desinteresada por donde se mire, desaprovechada al máximo desde el punto de vista de cualquiera que como él gozara de salud y un buen trabajo, también aburrido pero un trabajo estable.
Vivía como dormía, sin hacer ningún ruido, es por ello que acudía a los bares y restaurantes para empaparse de la vida de los demás y disfrutar de sus desgracias, e sus alegrías, de sus desamores de todo lo que el nunca tuvo.
Un día falleció y nunca más se supo, nadie lo echó en falta.

Eduardo Montenegro escribió:06: Hace mucho calor para ser junio

La conversación de la mesa de al lado trata sobre mí, estoy seguro. No falla, cuando terminamos el dominó y me pongo leer el periódico, Andrés y Manolo empiezan a cuchichear. También Pepe, el camarero, me observa con una sonrisa extraña. Hace días que me miran raro, desde que me tocaron 300 euros en el cupón. No les dije nada, pero ese día invité a una ronda y estoy seguro de que sospechan algo. Estos cabrones quieren robarme el premio. Mecagoentondoloquesemenea que me los llevo por delante antes de que me roben, voy a por la escopeta.

-Paco, volverás luego para ver el partido, ¿no?

-Enseguida bajo, sí.

Vuelvo al bar y abro la puerta. Pum pum, dos tiros atomarporculo Manolo y Andrés. Pepe me mira horrorizado mientras recargo la escopeta. Levaisarobaravuestraputamadre. Pum, le reviento la cabeza. Detrás suyo, en la barra, hay un cartel de colorines.

!Feliz cumpleaños, Paco!

Todavía me queda un cartucho.

Eduardo Montenegro escribió:07: Quién Quiere

La conversación de la mesa de al lado se desarrolló entre susurros hasta que pasó a un vocabulario más nítido: entre los timbres de las copas a medio vaciar, el de los platos, platillos y soperas y el de la cubertería variada en materia prima y grosor, se empezaron a distinguir perfectamente, de un lado, una bulería y de otro, una marcha nupcial. La pareja pasó unos minutos mirándose y tañendo los objetos, desafinándose. Allí no iba a brillar ningún anillo ni se hincaría ninguna rodilla, eso quedó claro a los pocos minutos.
Luego se oyó algo parecido a un réquiem, mientras la persona de enfrente desarrollaba una línea mucho más jazzística, en apariencia más despreocupada, pero solo en apariencia.
Afortunadamente habían pagado la cuenta antes del diálogo y salieron sin más. Primero el sepulturero y un poco más tarde ella que se había quedado absorta en la copa después del último tresillo. Antes de dejarnos definitivamente desconcertados, ella nos regaló, o se regaló, un cierre breve y elocuente que hizo con la voz y que acompañó de un palmoteo: chim-pun.

Eduardo Montenegro escribió:08: Numen

La conversación de la mesa de al lado
La anécdota de algún cuñado
Viejas fotos del abuelo
El dulce olor de tu pelo
Acordes de cantautor
Tu miedo, tu pena, tu dolor.
Las últimas vacaciones
Libros, pelis, canciones
Un poema, una gracieta, un chiste
Lo inexplicable, lo que no existe
La noticia de un maltrato…
Inspiraciones para un relato.

Eduardo Montenegro escribió:
09: Tenemos que salir más

La conversación de la mesa de al lado siempre era mi tabla de salvación cuando cenábamos fuera. Él siempre pedía sopa: de pescado, verduras, pollo…de cualquier cosa. Yo, que odio la puta sopa, lo miraba sorber la primera cucharada y preguntaba: ¿Qué tal…? y sin levantar la cabeza del plato me observaba por encima de sus gafas empañadas por el vaho —la puta sopa—, levantando un dedo en señal de «no seas ansiosa».
Y me perdía en la mesa de al lado, un día y otro. Escuchaba conversaciones, historias y cuentos, que luego le repetía a Miguel cuando me preguntaba antes de dormir: «¿Qué tal tu día hoy?»
Y así, le narraba andanzas de otros que, a través de las ondas, llegaban a mis oídos entre sorbo y sorbo. Y él, como un autómata, repetía cada noche: «mira que te pasan cosas raras los días que cenamos fuera».

Eduardo Montenegro escribió:10: El almuerzo del Plaza

La conversación de la mesa de al lado me sacó del marasmo. Cuando como solo, procuro sumergirme en un estado letárgico evitando así la nostalgia, pero aquellas voces resultaban tan familiares que no pude impedir mirar de soslayo. Elvira estaba preciosa, siempre que pienso en ella lleva ese vestido amarillo; era el día que había decidido dejarla y al verla, me desarmó. A mí, sin embargo, costaba reconocerme, los últimos treinta años no habían sido amables conmigo.

Envalentonado por el vino trasegado y con el recuerdo del año que nos quedaría soportar juntos, me levanté y nos interrumpí. —Lo suyo acabará pronto, deberían dejarlo antes de hacerse daño. —¿Qué demonios dice, viejo loco? —respondí airado.  —Déjalo —zanjó ella.

Cuando regresé a la mesa, Elvira me miraba más avergonzada que enojada. ¿Quién eres tú para meterte en la vida de esos jóvenes? —me dijo. Pagué la cuenta y volvimos a casa.

Eduardo Montenegro escribió:11: Memorias de un taburete

La conversación de la mesa de al lado —todavía era joven— atravesaba un anillo y después otro. Crujía el madero principal que amparaba a cuatro patas atemorizadas; es mentira que una de ellas fuera coja, un estúpido humano no enlosó bien el piso. En cualquier caso, su charla pasa inaudible para los comensales porque la madera dialoga en altísimas frecuencias cercanas al ultramundo. Mientras dura la nostalgia de los recién amputados, relatan anécdotas de sotos, forestas y cerros. Luego les pesa más el recuerdo del hacha o de la motosierra o la barbaridad que fuera, se oscurece su tono, el barniz los enmudece y callan hasta que bien por frío o por calor, vuelven a quejarse de nuevo. Yo, solitario tarugo apostado en un rincón, tocado con una poca elegante maceta por chistera, trato siempre de animarlos, «Por lo menos tenéis sillas a vuestro lado».

Eduardo Montenegro escribió:12: Sobremesa

La conversación de la mesa de al lado era muda y sutil, pero los órdagos se repetían ahí, cada domingo, desde hacía más de 150 años.

Eduardo Montenegro escribió:13: Aquí nos clavan fijo

La conversación de la mesa de al lado me tenía tan absorto como desconcertado. Vi de reojo que se trataba de un octogenario de barba cana sermoneando a un treintañero de brillante melena. El anciano pretendía convencerle de la importancia de su regreso. Sospeché que se trataba de un futbolista famoso cuando le dijo que millones de seguidores esperaban su vuelta, que estaba harto de que le relacionaran con Maradona. El joven era reacio a reaparecer en España, decía que aquí festejaban sus desgracias, y algo farfulló de los cirios que se montan en abril. Me desconcertó que el chaval propusiese al menos reaparecer en el Resurrection Fest, que lo veía más propio; supuse entonces que era una estrella de Rock. Apuró el agua de un trago, dejando una mancha roja en la servilleta.
-Además, sabes que no me gustan las cenas, que me la liaste después de la última.

Eduardo Montenegro escribió:14: La primera grieta

La conversación de la mesa de al lado, líquida y sorda, terminó por deslizarse sobre nuestras manos entrelazadas. Notamos un olor como a vísceras quemantes, a corazón desnudo latiendo al descubierto. Vimos, por el rabillo del ojo, fingiendo ignorarlas, unas lágrimas que ya no eran de ella, que araban sus mejillas para ir a morir al mármol. Nos envolvió una nube sólida de dolor ajeno, mientras articulábamos sonidos, pretendiendo seguir con nuestra charla. Pero las palabras eran vacíos sacos de arena; inútiles frente a la inexorable riada de palabras asesinas, que llegaba por ráfagas: es definitivo, lo siento, no puedo, nunca, ya no, ya no. No.

Se levantaron, se fueron, ya separados. Instintivamente, nos estrechamos las manos, nos agarramos uno a otro. Nos miramos. En los ojos del otro vislumbramos ahora, tras las blancas camas desechas, tras los abrazos de vino, pan y almohada, al futuro asesino.

Eduardo Montenegro escribió:15: Arcadas

La conversación de la mesa de al lado cada vez daba más vergüenza ajena. Cualquier atisbo de dignidad había saltado por la ventana antes de acabar el primer plato y todo había derivado hacia un exhibicionismo de lo más impúdico sazonado con cucharones soperos de manifiesta imbecilidad.

A pesar de estar comiendo de gorra, se lamentó amargamente de haber aceptado esa invitación para acudir como figurante a First Dates.

Autista escribió:

Eduardo Montenegro escribió:Voy a pelearme con el Excel.

Mañana os cuento.

Eduardo Montenegro escribió:16: Distracciones

La conversación de la mesa de al lado lo distrajo. No es que Berta no le interesara; de hecho Antón había pasado el carpaccio y las croquetas de erizo totalmente embelesado por el gracioso mohín que la joven hacía a cada bocado. Pero su atención se fue desviando hacia los comensales a su derecha. Hablaban de veleros en Zanzíbar, de especias, bananos y coral. Con la llegada del salpicón regresó a Berta y su mohín. ¿Eran patas de gallo eso que asomaba en su mirada? Su observación fue interrumpida por dos ejecutivos parloteando sobre acciones y dividendos. Interesante. Mientras degustaban estofado de venado con parmentier, deambuló entre chácharas futbolísticas y debates de moda, hasta sentirse sorprendentemente cómodo espiando un soliloquio sobre encofrados. Al llegar el postre, Antón contempló a Berta. Su rostro estaba surcado de arrugas, su pelo era cano. Él se miró las manos, ahora avejentadas, marchitas, y comprendió.

Stoneheart escribió:

Eduardo Montenegro escribió:07: Quién Quiere

La conversación de la mesa de al lado se desarrolló entre susurros hasta que pasó a un vocabulario más nítido: entre los timbres de las copas a medio vaciar, el de los platos, platillos y soperas y el de la cubertería variada en materia prima y grosor, se empezaron a distinguir perfectamente, de un lado, una bulería y de otro, una marcha nupcial. La pareja pasó unos minutos mirándose y tañendo los objetos, desafinándose. Allí no iba a brillar ningún anillo ni se hincaría ninguna rodilla, eso quedó claro a los pocos minutos.
Luego se oyó algo parecido a un réquiem, mientras la persona de enfrente desarrollaba una línea mucho más jazzística, en apariencia más despreocupada, pero solo en apariencia.
Afortunadamente habían pagado la cuenta antes del diálogo y salieron sin más. Primero el sepulturero y un poco más tarde ella que se había quedado absorta en la copa después del último tresillo. Antes de dejarnos definitivamente desconcertados, ella nos regaló, o se regaló, un cierre breve y elocuente que hizo con la voz y que acompañó de un palmoteo: chim-pun.

Este lo voy a leer un par de veces más cuando esté menos empanada, porque tiene bastante miga y no se la sé aprovechar. Toro, haz el favor de no decir nada.

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Autista escribió:

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Vaya, parece que no soy el único que te manda callar...

Toro escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Vaya, parece que no soy el único que te manda callar...

Así es... solo eres el único que lo hace sin autoridad moral para ello

Autista escribió:

Toro escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Vaya, parece que no soy el único que te manda callar...

Así es... solo eres el único que lo hace sin autoridad moral para ello

m señor escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Vaya, parece que no soy el único que te manda callar...

Así es... solo eres el único que lo hace sin autoridad moral para ello

La tiene....la tiene....anaconda se llama la autoridad

m

m señor escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Autista escribió:

Toro escribió:

Stoneheart escribió:Toro, haz el favor de no decir nada.

Ya lo pongo antes de las votomenciones...

Vaya, parece que no soy el único que te manda callar...

Así es... solo eres el único que lo hace sin autoridad moral para ello

La tiene....la tiene....anaconda se llama la autoridad

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