RONDA III.22 DEL MARAVILLOSO CONCURSO DE MICRORRELATOS. A PUNTO DE LLEGAR A NUESTRO DESTINO. PREPAREN SUS PERTENENCIAS

mugu escribió:8    El bosque

El revisor clavó sus ojos en el periódico vespertino que leía aquel pasajero. Tuvo que reprimirse para no arrancárselo de las manos. No podía ser, lo habían encontrado demasiado pronto, eso quería decir que ya no era tan precavido como antes. Entonces podía controlarse de alguna manera, pero ahora le resultaba cada vez más difícil. Aquel impulso le impedía razonar, no le dejaba ver ni respirar, lo agredía físicamente hasta que cedía, sólo así quedaba satisfecho. Le estaba venciendo. En cuanto volviera a casa pararía, seguro que para siempre. Aquello lo estaba matando.
El tren llegó a la estación de Rostov, donde tenía media hora para descansar. Bajó al andén pensando en comprar el diario pero antes vio a aquel niño que vendía cigarrillos. Parecía estar solo. No fue consciente de agarrarle de la mano y adentrarse con él en el bosque.

Nomeko7 escribió:Esa que hizo con Emma Thompson.

Spoiler:

Spoiler:

mugu escribió:Vamos, no me sean vagonetas.

Nomeko7 escribió:Emma Thompson hizo Junior

Nomeko7 escribió:Emma Thompson hizo salvó Junior

m señor escribió:

Nomeko7 escribió:Emma Thompson hizo salvó Junior

tal cual.

m

Eloy escribió:

m señor escribió:

Nomeko7 escribió:Emma Thompson hizo salvó Junior

tal cual.

m

Esto sí es un fan

Stoneheart escribió:

mugu escribió:3   Desde La Courneuve hasta Pont de Sèvres

El revisor clavó sus ojos en una joven que jugueteaba con el móvil: «su billete, por favor». No obtuvo respuesta, tampoco de los siguientes pasajeros, pero no por ello dejó de clicar imaginarios billetes en el aire. Estaba habituado.
Se bajó en Chátelet y tomó la línea 13 hasta Montparnasse, donde hizo trasbordo dirección La Chappelle. Así transcurría cada día — Línea 2, Anvers-Sacré-Coeur, clic clic; Línea 7, Pont Neuf, clic clic clic—, el muelle de la tenaza gruñendo sin descanso, taladrando tiques que no le extendían. Ignorado hasta la extenuación.
De vez en cuando gustaba de pararse en el bronce de Arts et Métiers, y sentirse como el capitán Nemo, o detenerse bajo los grandes faroles de Cité, los únicos soles de que disfrutaba. Porque el revisor ya nunca salía del Metro de París.
Sólo un tremor de nostalgia le sacudía cuando atravesaban Daumesnil, la estación donde se arrojó.

Leyendo el título esperaba algo más meh, y en cambio me he encontrado con esta maravilla que empieza con los no-billetes para acabar con un ya-no-revisor.

Stoneheart escribió:

Koikila escribió:Y a mí... con lo que me gustan los trenes y no se me ocurre nada

Ni siquiera se me ocurre ninguna canción que no sea la de Clash o la de Hendrix.

Koikila escribió:Puf, fatal.

m señor escribió:

Koikila escribió:Puf, fatal.

Koiki va a ganar.....atentos....
m

m señor escribió:

Koikila escribió:Puf, fatal.

Koiki va a ganar.....atentos....
m

Eloy escribió:Menos de veinte, golpe de remo

Sugar Bug escribió:No me da tiempo! Llevo todo el día con diosecito y es más exigente que Montoro!

salakov escribió:

Sugar Bug escribió:No me da tiempo! Llevo todo el día con diosecito y es más exigente que Montoro!

¿Te ayudo, compañero del alma, compañero?

mugu escribió:Quiero diez micros antes de las diez, sin excusas.

Sugar Bug escribió:

salakov escribió:

Sugar Bug escribió:No me da tiempo! Llevo todo el día con diosecito y es más exigente que Montoro!

¿Te ayudo, compañero del alma, compañero?

Si. Hazle la cena. Y trae cerveza.

mugu escribió:9   Como los calcetines de Gordillo.

El revisor clavó sus ojos en la entrepierna sin bragas y pensó que se las había quitado para él. En los días de partido entre semana solía decidirse por los itinerarios que llevasen del estadio al aeropuerto de Dusseldorf o al de Colonia para escogerlas. De no haberse percatado de la viajera en comando, probablemente habría multado a aquellos borrachos del Madrid, otra de las ventajas de no llevar uniforme rodeado de viajeros de países del sur. Sin embargo ella se paró en una parada cuyos alrededores conocía al dedillo, nuestro protagonista no dudó y consiguió acorralarla en el terraplén junto a las vías. Fue en esa incomoda postura cuando al penetrarla analmente gritó de dolor y...

¡Narrador, muchísimas gracias! Pero sabes perfectamente que me hice una paja once días después de la operación de fimosis. Eso sí, prefiero que cuentes esa historia a la mía para ilustrar esa metáfora.

mugu escribió:10   La primera impresión

El revisor clavó sus ojos en la entrada; con las cuencas vacías miró en nuestra dirección; “dentro no los voy a necesitar”, nos pidió el nombre de la reserva y abrió la puerta.
“Apoyen su mano en mi hombro, los llevaré a la mesa, no se separen, me costaría encontrarlos. No se asusten por los gritos y las risas, hoy hay una cena de empresa, son  jóvenes, no les molestarán mucho tiempo, nos encargaremos de ello”.
Dentro no se veía nada, literalmente, la sensación de pérdida de control llegó enseguida y los gritos aumentaban el desasosiego.
Nos sentaron en una mesa, nos dijeron que estábamos sentados uno frente al otro, podíamos tocar todo, pero que intentáramos no arrojar la comida.
“¿te gusta la cena sorpresa? Dijo mi acompañante mientras una máscara fluorescente nos ponía el primer plato sobre la mesa, plato que dejamos de ver cuando se giró el camarero.

mugu escribió:11 Se me quemaron las tostadas y tuve que abrir todas las ventanas

El revisor clavó sus ojos, su nariz, la dentadura.. hizo el pelo idéntico y hasta se aproximó mucho a la edad del sospechoso.
José Enrique no volvería nunca más a sembrar el terror en la estación norte. Fue una suerte tener un revisor/retratista.

mugu escribió:12   Viaje de ida

El revisor clavó sus ojos, de un inquietante azul acerado, en el anciano del abrigo de cheviot marrón y sombrero negro de fieltro. Indagó, sin éxito, en su memoria en busca de alguna pista.
Con gesto serio, tomó el billete que le ofrecía sin soltarlo.
—Hola papá —le dijo—. ¿No me recuerdas?
—¿Papá, quién...?
—No voy a andar con rodeos. Me recuerdas con ocho años, tal como era cuando soltaste mi mano y caí a las vías. Pero nadie conserva su aspecto en la otra vida; si así fuera, todo el mundo se daría muerte en su mejor momento. No, evolucionamos hasta el mismo límite humano y así perduramos eternamente. Veo en tus ojos un ímpetu peligroso al mirar las vías. No lo hagas, envejecerás en soledad y no hay viaje de vuelta.
—¿Solo ida, entonces? —dijo picando el billete.
—No hay viaje de vuelta a donde yo voy.