CONCURSO MICRORRELATOS: Ronda 4 - Edición IV . RUDICIO Y ELOY GANADORES!!

Toro escribió:16.- ¡Que siga el juego!

Los tres nos sentamos en la mesa cuando el agua comenzó a llegarnos a las rodillas. La partida no podía terminar de aquella manera así que decidimos cambiar la baraja mojada por un revólver con una bala. El juego había sido nuestro sustento durante las interminables travesías bajo el mar por eso, antes que ahogarnos, preferíamos una derrota con sabor a victoria. Al menos para el último de nosotros. Nunca hubo un mejor momento para jugar a la ruleta.

Toro escribió:17.- Mi deconstrucción

Los tres nos sentamos en la mesa de su despacho. Tenía una pantalla táctil integrada donde elegir las características. A ella le brillaban los ojos de ilusión, yo siempre había sido más indeciso.

— ¿Y podría ser más alta?
—Claro, aquí pueden seleccionarlo — le contestó, arrancándole una sonrisa infantil.

Cuando seleccionamos la altura, me vino un recuerdo disfrutando de pequeño en el pueblo, con el abuelo  Diego; “el mediometro”, como le conocían todos. Y sentí… como un dolor intenso dentro de mí… como robándome algo muy personal.

La sucesión de elecciones seguía, al ritmo que iba sintiendo más punzadas.

—Sus elecciones han definido una carta genética ideal para su hija. La semana que viene haremos el transfer al útero.
— ¿Y mis rasgos descartados?, ¿hemos borrado mi herencia biológica?, ¿dónde quedo yo? —  resonaba en mi cabeza mientras miraba, con tristeza y odio, a esa mesa que me había arrebatado algo íntimo.

Toro escribió:18.- Poyatos, 17 de agosto de 2017

Los tres nos sentamos en la mesa hambrientos, a pesar de que la ascensión a la Mogorrita no había supuesto un gran esfuerzo. El dueño del bar cojeaba por la polio y nos trajo un pequeño menú escrito a mano. Mientras esperábamos sacamos el móvil y vimos indiferentes que estábamos sin cobertura.
En la barra dos vecinos debatían sobre un documental de Cousteau y bebian cerveza. Comimos migas y rabo de toro. Poco después de comer llegaron cuatro vecinos y pidieron cuatro cortados, el dueño les acercó la caja de fichas de dominó.
Tomando café un avance informativo urgente interrumpía el documental, una furgoneta acababa de atropellar a mucha gente en la Rambla. Las primeras imágenes eran confusas. Aterrorizados salimos fuera, necesitábamos imperiosamente esa señal en el móvil para localizar a los nuestros, pero nos aterrorizaba tener alguna llamada perdida de un número desconocido.

Toro escribió:19.- Olvídate de mí

Los tres nos sentamos en la mesa. Ya iba siendo hora de contarle que se me olvidó tomar la píldora.
Me ha dicho que va al baño, no sé por qué se ha llevado la chaqueta. Por qué corre.
Mejor voy pidiendo cita con el doctor.
Quizá debería cambiar mi táctica amorosa. Ya es el quinto que sale por patas.

rudicio escribió:Toroshow nocturno!

Grandes shows todos... Siempre se agradecen .

Eloy escribió:

rudicio escribió:Toroshow nocturno!

Grandes shows todos... Siempre se agradecen .

Me quito el sombrero

Toro escribió:
Como me extrañaba leer a Sugerio por aquí

Eloy escribió:

Toro escribió:
Como me extrañaba leer a Sugerio por aquí

No se desloguea así lo maten



Yo tampoco, la verdad

Koikila escribió:Gracias torete!!
Sugerio, esta semana al menos votarás, no?

Ecthelion escribió:Gran show, pardiez.

Toro escribió:1.- UN MUNDO NUEVO

Los tres nos sentamos en la mesa. A Eloy y a Rhonda no les conocía, aunque fue sencillo entablar amistad con ellos después de un par de cervezas. Al cabo de un rato llegaron Toro, RegSound, ksmith y CocH. Aquello se empezó a animar, sobre todo cuando YOMIS, SugarBug y Hank hicieron acto de presencia. No tardaron en aparecer más foreros. Silver y SirConradBurns trajeron ensaimada; DarthMercury y Damià, butifarras de las mejores. Llegaron Búho Lunático, Stoneheart, rudicio, Koikila, mugu, Crimi, Elsan y m señor, que no trajeron nada. Y por fin arribaron el resto; entre ellos, la tímida jom, Nomeko7, Fargo, manof, quakto y Troy Mc Clure.

No supimos el porqué de la demora de Salakov y David Z., aunque supusimos que habrían estado discutiendo sobre el premio Poeta Negro.

Las negociaciones iban a ser duras, pero todos sabíamos que La Nueva República iba a llamarse La Plazoleta.

Toro escribió:2.- No hubo desmayo

Los tres nos sentamos en la mesa y él se quedó de pie aturdido, puesto que parecía no querer creérselo, así que Shannon le preguntó.
-¿Qué recuerdas después de desmayarte?
-Nada

Era la decimocuarta vez que se le estaba intentado hacer comprender, por lo que Tony procedió a la explicación de nuevo:
-El desmayo que recuerdas no fue tal, fue un infarto y por eso te has despertado aquí con nosotros, cuanto antes lo asumas mejor será, de hecho, yo llegué en tu misma situación.

Por fin parecía asumirlo, así que se sentó en la mesa con nosotros y cogió un sándwich. Ya teníamos un nuevo inquilino, por lo que hice la presentación formal.
-Pues bienvenido. El rubio es Shannon Hoon, nuestro otro amigo se llama Tony Sly, y yo soy Ian Curtis. Un placer.

Sonrió felizmente y nos dijo:
-Sobraba la presentación, sé quiénes sois los 3 de sobra

Toro escribió:3.- Mantel de hule

Los tres nos sentamos en la mesa rodeados por el silencio cortante y denso que nos envolvía desde hacía meses. Mamá preparaba la cena para todos por inercia. Sus platos seguían sabiendo bien, pero ahora tenían un regusto funcionarial. Papá masticaba con la cabeza gacha, incapaz de establecer contacto visual con nada que no fuera la pantalla de su teléfono. De repente, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con los de mamá. Mamá dejó caer la mano como un peso muerto. El tenedor rebotó contra el plato con un sonoro “clonc”.
-Quiero el divorcio.
Papa asintió y volvió a concentrarse en su móvil. Quizás en aquel momento debería haberme puesto triste. Pero sentí como si alguien me hubiera quitado una pesada carga de encima de los hombros.

Toro escribió:4.- Mi última derrota

Los tres nos sentamos en la mesa con todo dispuesto para comenzar ese singular juego donde siempre hay dos ganadores y un perdedor. Ella no dijo ni una sola palabra. Su mera presencia hizo nuestro diálogo cada vez más intenso y dramático. Tras mi última intervención se levantó, puso la mano en mi hombro y al fin dijo: Tenemos que irnos.

Mientras me alejaba no pude evitar girarme y observar a mi rival, que en su patetismo acababa de romper a llorar.

Toro escribió:5.- Nos gusta el cole

Los tres nos sentamos en la mesa con escasa ilusión. Platos y cubiertos siguen en huelga de celo, no hace falta retirar la mesa ni  volverla a poner al día siguiente. Desayuno, comida y cena son el mismo menú: porcelana blanca.
Una mala racha —dice papá—; otra vez borracho —dice mamá—; ya encontraré algo —repite él—; otro trago —replica ella.
No necesitamos hablar, nuestro estómago lo hace por nosotros. Si nos damos prisa —dice el mío—, llegaremos a las sobras del comedor. Vamos —rugen los suyos.
Nos gusta el cole. Muchos niños no terminan sus bocadillos y nosotros les ayudamos. Tenemos fama de glotones.
También aprendemos mucho. Esto de ahora, la anorexia y la bulimia, no lo entiendo bien. Mis hermanas están estudiando el sistema digestivo, suena fenomenal ¿no? No os he dicho que son gemelas, siempre están peleando por todo. Por todo menos por la comida en casa.

Toro escribió:6.- Me llamaban Trinidad

Los tres nos sentamos en la mesa y Papá materializa unos pescaditos, pan y vino.
Tres toneles.
Discusión seria.

Dice que hemos fallado. Que yo me debía ocupar del amor y cada vez da más problemas.
¿Le arranco el corazón y probamos?
No, es tarde.

También hay estopa para lengüitas. Que el sexo es responsabilidad suya y va el mundo de cabeza por él.
Se defiende atacando (¡ese es el Espíritu!): Padre, tú tampoco has hecho gran trabajo con el cerebro. Muchos males le vienen de ahí.
Vanitas vanitatis…

¡No es momento de culparse!
¡Acción! ¡Un escarmiento!
¡Una buena plaga de langostas, lluvia de fuego, algo!

¿Dónde están peor?
¡España!
¿Por qué?

¡Míralos!
Los toros, los políticos, Tele 5, César Brandon…
¡Ni corazón ni cabeza!

¿Qué mandamos?
Por mí, Apocalipsis.
¡Hay que dar ejemplo!

Por tus pecados, España, te enviamos a los Cuatro Jinetes: Melendi, Alborán, Yung Beef y Pitingo.

Toro escribió:7.- El banquete

Los tres nos sentamos en la mesa del gran salón, tal y como nos indicó el mayordomo. Estaba repleta de los mejores manjares imaginables: perdiz rellena de foie y trufas, ciervo estofado con salsa de moras y miel, faisán guisado con uvas... Después de semanas hacinados en un barracón alimentándonos con pienso, procedimos a devorar con fruición todo el contenido de las bandejas, hasta quedar extenuados. Entonces la puerta del salón se abrió, y aparecieron dos cerdos en batín, conversando y caminando con afectación. Uno de ellos se acercó, y con su enorme monóculo nos examinó mientras con su pezuña toqueteaba nuestras hinchadas barrigas. Señaló a uno de mis compañeros, el más rollizo, y asintió con la cabeza. A nosotros nos llevaron de vuelta al barracón, mientras el mayordomo acompañaba al elegido a la cocina y los cerdos se sentaban a la mesa dispuestos a disfrutar de su banquete.

Toro escribió:
8.- Cucú

Los tres nos sentamos en la mesa, pero pesaba en el aire un complot encubierto. Cuando mi mujer se levantó, hice un gesto a mi hijo —“ahora”— y Adrián corrió a esconderse tras la puerta. Contaba cuatro años y su anhelo era dar un susto de verdad, se habían acabado los tiempos donde él hacía “¡uh!” y nosotros fingíamos miedo con aspavientos. Aquel día el susto sería real.
Se oyeron pasos, Adrián apareció:
—¡Cucú!
Como una flecha de luz fue el acto reflejo de mi mujer, fulminante, una sonora bofetada, ¡plas! Su mano izquierda abofeteó a Adrián con la velocidad de un parpadeo.
En los ojos de Adrián comenzaron a condensarse lágrimas de incomprensión. No quería llorar, pero se palpaba el moflete amoratado y hacía pucheros. Mi hijo descubriendo de sopetón la ingratitud de las bromas no correspondidas, su crueldad. Game over, hijo. Lo siento, tesoro.
Y empezó a llorar.

Toro escribió:9.- Los ocho

Los tres nos sentamos en la mesa redonda del fondo, la de siempre. La misma vieja mesa junto al fuego que hace cinco décadas nos asaba la oreja y que esta tarde acaricia nuestro lumbago. Juan y Tomás sorben sus cortados, yo un carajillo a escondidas del matasanos. El hijo de Matías seca los vasos y nos observa. Recuerda cuando su padre llevaba cuatro cervezas en cada mano a la mesa de los ocho y él, mirando sus pequeñas manos, se preguntaba cómo lo hacía.
Tomás alza la vista, hoy más nostálgico que de costumbre: nuestra mesa es como una gran sortija que va perdiendo engarces dice, con su acento de poetastro. Más bien como una encía a la que sólo le quedan tres muelas, bromea Juan. Cariadas, apostillo.
Nos miramos un segundo y reímos y, compañeros de toda una vida, compartimos fraternalmente un violento acceso de tos.

Toro escribió:10.- Me, myself and I

Los tres nos sentamos en la mesa. Pedimos una jarra de cerveza, un Cacaolat y un plato de alpiste. Tras varias horas de elucubraciones, no logramos esclarecer cómo es posible que los tres seamos uno. Si las implicaciones de un padre concibiéndose a sí mismo ya son inquietantes, peor aún cuando entra en la ecuación una paloma. Nos recogemos. Mañana, como cada día, volveremos a intentarlo.

Toro escribió:11.- Moncho

Toro escribió:12.- Insomnio colectivo

Los tres nos sentamos en la mesa para cenar en el que era nuestro séptimo día en aquel lugar. Sonaba jazz.
El programa del retiro Dulces Sueños consistía en mantener una rutina tranquila durante toda la jornada. Exentos de fármacos ni preocupaciones, sin asuntos pendientes.

Nos asignaban una tarea matinal, nos especializábamos y con el transcurso de los días fluía la cotidianidad.
Tras el almuerzo, era importante esquivar la siesta. Así, pasamos la tarde viendo una película (nada de suspense o terror), leyendo clásicos de la literatura o manteniendo una conversación trivial. El único requisito era que cumpliera con las dos eses: sopor y somnolencia.
Llegados al ocaso, preparábamos el salón para la cena. Y debía ser ligera para favorecer la digestión.

Me prometieron al llegar que esta mezcolanza de actividades conseguiría sumirme en un profundo, delicioso y reparador sueño.
Yo aún no había podido pegar ojo.
Panda de tarados.

Toro escribió:13.- Lealtad

Los tres nos sentamos en la mesa del comedor casi al mismo tiempo, como si hubiéramos estado predestinados. Me sentí incómodo al principio, con aquellos chicos tan raros de la clase de al lado. El resto de los alumnos nos miraba de una manera burlona, "la mesa de los perdedores", decían. (Yo tampoco era demasiado sociable en aquella época). Pero nos hicimos inseparables, teníamos grandes planes cuando saliéramos de aquel pueblucho, y yo bastantes problemas con mi tutora, empeñada en resaltar mi mediocridad y mi falta de ambición.
Fantaseábamos con un accidente, una enfermedad, lo que fuera, con tal de que me dejara en paz. Cuando su cadáver apareció en el fondo de un barranco después de un fallo mecánico no tuve que preguntar nada. Hoy en día tengo una empresa con cientos de empleados, pero nunca he olvidado a mis fieles amigos. Todo lo que soy ahora se lo debo a ellos.

Toro escribió:14.- Sudores fríos

Los tres nos sentamos en la mesa, ella, su nuevo novio y yo. Nuestra relación llevaba rota meses, y traerse a su amante actual era otra forma más de humillarme. Me daba igual, quería acabar con esto cuanto antes.

-Habrá que vender la casa y repartir el dinero. Yo prefiero quedarme el coche, ponemos el precio que salga en Compramostucoche.es y lo descontamos.

-Bueno, veremos. He hecho una lista con los discos que me corresponden.

-¿Cómo? Los discos son míos, los he comprado yo. Además, nunca les has hecho caso.

-Llevan más de 10 años en casa y me corresponde al menos la mitad. Mira la lista.

Empecé a sentir cómo palpitaba la vena que pasa por mi sien. Él seguía callado, pero me pareció percibir una ligera sonrisa en su cara. Entonces me di cuenta de que llevaba una chapa de Big Star en la solapa.

Toro escribió:15.- Los tres alquimistas y el reloj de cuco detenido

Los tres nos sentamos en la mesa. Abrimos nuestros maletines y la llenamos de probetas, quemadores Bunsen, alambiques y frascos de azufre, sal y mercurio. Hubo aspavientos, borrones  y correcciones de cálculos en las hojas, pero pronto Hermes, Al-Razí y yo estábamos metidos en faena. Una nube amarilla planeaba sobre la mesa, aquello solo podía ser el infierno o una reunión de locos. Cruzando los dedos, miramos el extremo del alambique, un líquido condensado color ambarino fluyó sobre un vaso. Con un cuentagotas, Hermes recogió una muestra del líquido mientras yo abría la puerta del reloj de cuco con unas pequeñas pinzas, Al-Razí tiró con mucha prudencia del simpático animal y del mecanismo que puntualmente lo hacía aparecer, Hermes introdujo entonces temblando unas gotas en el pico. Me asomé al gnomon del patio. Fueron instantes eternos, pero la sombra en movimiento no mentía. A veces dudo si hicimos lo correcto.

Toro escribió:16.- ¡Que siga el juego!

Los tres nos sentamos en la mesa cuando el agua comenzó a llegarnos a las rodillas. La partida no podía terminar de aquella manera así que decidimos cambiar la baraja mojada por un revólver con una bala. El juego había sido nuestro sustento durante las interminables travesías bajo el mar por eso, antes que ahogarnos, preferíamos una derrota con sabor a victoria. Al menos para el último de nosotros. Nunca hubo un mejor momento para jugar a la ruleta.

Toro escribió:17.- Mi deconstrucción

Los tres nos sentamos en la mesa de su despacho. Tenía una pantalla táctil integrada donde elegir las características. A ella le brillaban los ojos de ilusión, yo siempre había sido más indeciso.

— ¿Y podría ser más alta?
—Claro, aquí pueden seleccionarlo — le contestó, arrancándole una sonrisa infantil.

Cuando seleccionamos la altura, me vino un recuerdo disfrutando de pequeño en el pueblo, con el abuelo  Diego; “el mediometro”, como le conocían todos. Y sentí… como un dolor intenso dentro de mí… como robándome algo muy personal.

La sucesión de elecciones seguía, al ritmo que iba sintiendo más punzadas.

—Sus elecciones han definido una carta genética ideal para su hija. La semana que viene haremos el transfer al útero.
— ¿Y mis rasgos descartados?, ¿hemos borrado mi herencia biológica?, ¿dónde quedo yo? —  resonaba en mi cabeza mientras miraba, con tristeza y odio, a esa mesa que me había arrebatado algo íntimo.

Toro escribió:18.- Poyatos, 17 de agosto de 2017

Los tres nos sentamos en la mesa hambrientos, a pesar de que la ascensión a la Mogorrita no había supuesto un gran esfuerzo. El dueño del bar cojeaba por la polio y nos trajo un pequeño menú escrito a mano. Mientras esperábamos sacamos el móvil y vimos indiferentes que estábamos sin cobertura.
En la barra dos vecinos debatían sobre un documental de Cousteau y bebian cerveza. Comimos migas y rabo de toro. Poco después de comer llegaron cuatro vecinos y pidieron cuatro cortados, el dueño les acercó la caja de fichas de dominó.
Tomando café un avance informativo urgente interrumpía el documental, una furgoneta acababa de atropellar a mucha gente en la Rambla. Las primeras imágenes eran confusas. Aterrorizados salimos fuera, necesitábamos imperiosamente esa señal en el móvil para localizar a los nuestros, pero nos aterrorizaba tener alguna llamada perdida de un número desconocido.

Toro escribió:19.- Olvídate de mí

Los tres nos sentamos en la mesa. Ya iba siendo hora de contarle que se me olvidó tomar la píldora.
Me ha dicho que va al baño, no sé por qué se ha llevado la chaqueta. Por qué corre.
Mejor voy pidiendo cita con el doctor.
Quizá debería cambiar mi táctica amorosa. Ya es el quinto que sale por patas.

Ecthelion escribió:Tremendo también, parveinte.

RegSound escribió:Hankshow

Toro escribió:Ni un relato hoy

Toro escribió:Ni un relato hoy

Ecthelion escribió:Falta de incentivos. Propongo foto de los tobillos de Salakov si se llega a los 30.

Nomeko7 escribió:

Ecthelion escribió:Falta de incentivos. Propongo foto de los tobillos de Salakov si se llega a los 30.

Pues sí. Tenemos los dedos muy vistos.