La década denostada. Gloria y barro en la música de los años 80

"No, su etapa de los ochenta, no, no me interesa nada; en cambio, sus discos de los años setenta son maravillosos, el sonido analógico de las guitarras, el piano...".

Así se despachaba uno de los tótem nacionales sobre esa década en la que las opiniones redundan en señalar uno de los naufragios más resonantes de la música popular, en talento y en el mero sonido que encapsuló aquella época.

Si existen obras meritorias al margen de los neones, si incluso existieran algunos discos concebidos al chispeante frescor de la Coke Diet, este es el momento de vengar su memoria.

El primer tropiezo que veo en esas descalificaciones suele estar en el mismo marco de lo que son los años 70. ¿1978? En muchos estilos es una década de decadencia absoluta que para mí palidece frente al sonido y la creatividad habidos hasta 1971. Pero como aquí venimos a poner en valor los 80, diré dos motivos por los que puede que sea mi década preferida:

1. El underground deja de ser tan sólo un tránsito involuntario, y por primera (y última) vez tiene conciencia de ser un espacio instrumental de contracultura. Una conciencia que se transforma en las posteriores décadas en mero canal de consumo alternativo, pero paralelo, al mainstream.

2. Contra la etiqueta de floja que se le cuelga, es la década en la que surgen y se desarrollan los movimientos musicales más extremos y ruidistas del rock.