VOTACIONES RONDA III.22 CONCUROS MICRORRELATOS

1   Adiós calzada de ladrillo amarillo

El revisor clavó sus ojos en aquella chica andrajosa y el desafiante barbudo que la acompañaba.
No dudó un instante, era imposible que tuvieran billete.
Se dirigía a interpelarlos cuando un fogonazo repentino le dejó ciego, mientras, sentía como su piel se separaba del cuerpo a tiras.
Cuando despertó ya no estaba en Kansas, tampoco en Topeka, ni siquiera parecía nuestro planeta sino un volcán marciano, oscuro , humeante y por algún ignoto motivo totalmente silente.
Ironizó para sus adentros pensando en golpear sus zapatitos y decir aquello de “ no hay nada como el hogar” tardando unos segundos en ser consciente de que ya no tenía pies.




2   Viva el heavy metal

El revisor clavó sus ojos en la guitarra verde, modelo Super-Black. Con un punteo mágico hipnotizó a los dragones canguro, voló sobre ella cual chamán aborigen por las montañas dolientes de Moira, bebió chupitos de fuego y pantano acariciando el mástil de caoba. Cerró la revista, salió del WC y con un renovado brillo en los ojos picó los billetes del vagón 666.


3   Desde La Courneuve hasta Pont de Sèvres

El revisor clavó sus ojos en una joven que jugueteaba con el móvil: «su billete, por favor». No obtuvo respuesta, tampoco de los siguientes pasajeros, pero no por ello dejó de clicar imaginarios billetes en el aire. Estaba habituado.
Se bajó en Chátelet y tomó la línea 13 hasta Montparnasse, donde hizo trasbordo dirección La Chappelle. Así transcurría cada día — Línea 2, Anvers-Sacré-Coeur, clic clic; Línea 7, Pont Neuf, clic clic clic—, el muelle de la tenaza gruñendo sin descanso, taladrando tiques que no le extendían. Ignorado hasta la extenuación.
De vez en cuando gustaba de pararse en el bronce de Arts et Métiers, y sentirse como el capitán Nemo, o detenerse bajo los grandes faroles de Cité, los únicos soles de que disfrutaba. Porque el revisor ya nunca salía del Metro de París.
Sólo un tremor de nostalgia le sacudía cuando atravesaban Daumesnil, la estación donde se arrojó.


4   Les pierden las formas

El revisor clavó sus ojos a la pared con una puntilla de acero. El joven que yacía en el suelo hacía tiempo que había dejado de respirar. Hurgó en su chaqueta en busca de algo que identificara a aquel desgraciado, y fue entonces cuando el billete de tren salió volando de uno de los bolsillos interiores de la prenda. El papel flotó en el aire impulsado por el viento y batió sus alas multicolores como una mariposa migrando hacia el verano austral.

Así que era verdad que tenía billete....

Está claro que a algunos jóvenes les pierden las formas.



5   El especial de medianoche

El revisor clavó sus ojos en el joven negro que miraba fascinado el vagón del tren. Él lo desconocía, pero una mirada similar de desdén y unas palabras desafortunadas habían enviado a un hombre a la tumba años atrás. Otros rostros configuraban la escena, el de otros viajeros a los que la miseria había expulsado de sus hogares y que habían empaquetado sus problemas para llevarlos a la gran ciudad.  Un recuerdo irrumpió en la mente del joven negro: el silbato de una máquina de vapor saludando al valle y el haz luminoso que durante un fugaz instante iluminaba su celda. ¡Cuántas veces deseó ir a bordo del especial de medianoche! Puede que para muchas personas, un tren sea solo un mero transporte. Cuando has deseado con todas tus fuerzas que los años se quiten días de encima entre los muros de una penitenciaría, un tren significa algo distinto.



6   Bachmann On30

El revisor clavó sus ojos en la mujer del impermeable rojo, entre el bullicio del andén. El personal de la estación cargaba equipajes y asignaba vagones con gestos apresurados. En la vieja carretera, un deportivo trataba de adelantar una furgoneta de Correos mientras arriba, en la ladera, un rebaño observaba la escena mugiendo indolente.
Puntual como siempre, la puerta se abrió y unos pasos descendieron, cadenciosos. El ajetreo se tornó silencio en un paisaje bruscamente detenido.
A través de la ventana el revisor, ya inmóvil, vio los dos ojos enormes bajo las cejas grises, mirándolo fijamente. Unos ojos que sabían pero fingían no saber lo que ocurría en aquel sótano cuando no estaba. ¿Mirabas a la nueva pasajera, verdad? dijo con voz cómplice. La traje anoche.
Con un dedo del tamaño de una locomotora, los dos ojos movieron la clavija y el viejo ferrocarril empezó a traquetear en dirección norte.



7   ¡Ey, yo, my nigga in da renfe!

El revisor clavó sus ojos, literalmente, en la máquina expendedora de billetes.
- ¡Y una mierda te vas a colar en mi puta cara, niñato!



 8   El bosque

El revisor clavó sus ojos en el periódico vespertino que leía aquel pasajero. Tuvo que reprimirse para no arrancárselo de las manos. No podía ser, lo habían encontrado demasiado pronto, eso quería decir que ya no era tan precavido como antes. Entonces podía controlarse de alguna manera, pero ahora le resultaba cada vez más difícil. Aquel impulso le impedía razonar, no le dejaba ver ni respirar, lo agredía físicamente hasta que cedía, sólo así quedaba satisfecho. Le estaba venciendo. En cuanto volviera a casa pararía, seguro que para siempre. Aquello lo estaba matando.
El tren llegó a la estación de Rostov, donde tenía media hora para descansar. Bajó al andén pensando en comprar el diario pero antes vio a aquel niño que vendía cigarrillos. Parecía estar solo. No fue consciente de agarrarle de la mano y adentrarse con él en el bosque.


9   Como los calcetines de Gordillo.

El revisor clavó sus ojos en la entrepierna sin bragas y pensó que se las había quitado para él. En los días de partido entre semana solía decidirse por los itinerarios que llevasen del estadio al aeropuerto de Dusseldorf o al de Colonia para escogerlas. De no haberse percatado de la viajera en comando, probablemente habría multado a aquellos borrachos del Madrid, otra de las ventajas de no llevar uniforme rodeado de viajeros de países del sur. Sin embargo ella se paró en una parada cuyos alrededores conocía al dedillo, nuestro protagonista no dudó y consiguió acorralarla en el terraplén junto a las vías. Fue en esa incomoda postura cuando al penetrarla analmente gritó de dolor y...

¡Narrador, muchísimas gracias! Pero sabes perfectamente que me hice una paja once días después de la operación de fimosis. Eso sí, prefiero que cuentes esa historia a la mía para ilustrar esa metáfora.


10   La primera impresión

El revisor clavó sus ojos en la entrada; con las cuencas vacías miró en nuestra dirección; “dentro no los voy a necesitar”, nos pidió el nombre de la reserva y abrió la puerta.
“Apoyen su mano en mi hombro, los llevaré a la mesa, no se separen, me costaría encontrarlos. No se asusten por los gritos y las risas, hoy hay una cena de empresa, son  jóvenes, no les molestarán mucho tiempo, nos encargaremos de ello”.
Dentro no se veía nada, literalmente, la sensación de pérdida de control llegó enseguida y los gritos aumentaban el desasosiego.
Nos sentaron en una mesa, nos dijeron que estábamos sentados uno frente al otro, podíamos tocar todo, pero que intentáramos no arrojar la comida.
“¿te gusta la cena sorpresa? Dijo mi acompañante mientras una máscara fluorescente nos ponía el primer plato sobre la mesa, plato que dejamos de ver cuando se giró el camarero.


11   Se me quemaron las tostadas y tuve que abrir todas las ventanas

El revisor clavó sus ojos, su nariz, la dentadura.. hizo el pelo idéntico y hasta se aproximó mucho a la edad del sospechoso.
José Enrique no volvería nunca más a sembrar el terror en la estación norte. Fue una suerte tener un revisor/retratista.


12   Viaje de ida

El revisor clavó sus ojos, de un inquietante azul acerado, en el anciano del abrigo de cheviot marrón y sombrero negro de fieltro. Indagó, sin éxito, en su memoria en busca de alguna pista.
Con gesto serio, tomó el billete que le ofrecía sin soltarlo.
—Hola papá —le dijo—. ¿No me recuerdas?
—¿Papá, quién...?
—No voy a andar con rodeos. Me recuerdas con ocho años, tal como era cuando soltaste mi mano y caí a las vías. Pero nadie conserva su aspecto en la otra vida; si así fuera, todo el mundo se daría muerte en su mejor momento. No, evolucionamos hasta el mismo límite humano y así perduramos eternamente. Veo en tus ojos un ímpetu peligroso al mirar las vías. No lo hagas, envejecerás en soledad y no hay viaje de vuelta.
—¿Solo ida, entonces? —dijo picando el billete.
—No hay viaje de vuelta a donde yo voy.


13   Canicidio.

El revisor clavó sus ojos en el reloj de la estación. Era la hora acordada, la hora fijada, la hora soñada.
Las puertas de los vagones se cerraron herméticamente, dejando un ruido mecánico y plomizo sobrevolando el andén.
Se encontraba en el último vagón del tren y se dirigió con paso sosegado hacia la cabina. Al llegar a la puerta notó que la puerta estaba encajada.
La terminó de abrir tranquilamente y allí, en el asiento derecho, estaba ella. Cómo habían acordado.
Pusieron en marcha la locomotora y pronto alcanzaron la velocidad establecida. Activaron el control automático y salieron para sentarse en los asientos uno y dos. Él la llevaba en brazos.
Él en el dos, ella en el uno.
- Mi querida Layla, por fin estamos solos para cumplir nuestro sueño.
El pequeño can lanzó un ladrido ingenuo.
El último de su vida.
El muro se aproximaba rápidamente.

A kilómetros de allí, Laura buscaba a Layla.
- ¿ Donde estas cariño? ¿ Te has escondido ehh?...


14   La escalera de Patricia

El revisor clavó sus ojos en Patricia. Sólo se dio cuenta cuando notó que gradualmente los ojos del resto del pasaje no sólo se clavaban en ella sino que la traspasaban con la mirada. Se sintió frágil y desamparada. El miedo la abrazó por primera vez. Temblorosa buscó un billete que, de inmediato, comprendió que no hallaría aún estando segura de haberlo adquirido.  El revisor con un leve pero autoritario movimiento de cabeza la invitó a seguirle hasta la puerta. Quedaba una parada antes de que el tren llegase a su destino. En el momento en que el tren paraba y era empujada del mismo, se incorporó, en otro lugar, en otro momento, de forma súbita e inhalando exageradamente todo el aire que sus pulmones consiguieron almacenar. Atinó a escuchar lejos, muy lejos: "Tú momento no ha llegado" y cerca, demasiado cerca: "¡La tenemos de vuelta!"


15   El Revientatrenes nietzscheano

El revisor clavó sus ojos en el tipo que había sentado a mi lado y salió corriendo. Fue entonces cuando se presentó. "Me llamo Lorenzo pero todos me llaman 'Revientatrenes", dijo mientras extendía una mano a la que le faltaba el pulgar.

No le di importancia, no es raro encontrarse a un hombre mutilado en los tiempos que corren, y dejé que me contara su historia: nació a un puñado de kilómetros de distancia de la estación de destino, Norteña, hacía cinco años, y un día,  que no regresaba y había perdido el pulgar tras reventar el tren regional que unía a Laredo con Norteña.

A los pocos minutos, se levantó y ya no lo volví a ver más. ¿Lo último que recuerdo antes de la explosión? La cara sonriente que me dedicó al abandonar el vagón y el gesto de "todo-está-bien" que me hizo con el dedo pulgar fantasma.


16   Empezar por el principio

El revisor clavó sus ojos en el horizonte, el traqueteo del tren despedía un aroma a blues del delta, la luz del sol recogía la tarde en un suave manto con sabor a otoño, una leve serenidad invadía el compartimento donde descansaba su maltrecho cuerpo, herido, hastiado, descompuesto.
La mañana había sido un tanto ajetreada, los asaltantes no habían dado tregua y refutarlos desde un tren en marcha no era tarea fácil, megáfono en mano disuadirles del atraco no era un cometido agradable pero el siempre empezaba por el principio, luego llegaron los disparos y los cartuchos de dinamita.


17   Deformación profesional

El revisor clavó sus ojos en los tatuajes inequívocamente talegueros grabados en aquel antebrazo delgado y venoso. Sin duda era un yonki disfrazado de vieja, lo cual auguraba problemas en un convoy lleno de niños. Pronto comprobó que su instinto profesional no lo traicionaba. Aunque no trabajaba para aquella compañía,  sintió la llamada del deber ante la actitud intolerable del malandrín que, saltando de vagón en vagón, amedrentaba a los críos agitando una escoba. Esperó su oportunidad y cuando se le acercó colgando de la barandilla, lo agarró por la pechera al grito de “¡Enséñame tu billete!”. El tipo, seguramente drogado, trastabilló y se estampó contra la pared al entrar en el túnel, rompiéndose varios huesos. Dada la magnitud del accidente, la locomotora se detuvo y aparecieron los responsables del Tren de la Bruja que, incomprensiblemente para el diligente revisor, insistieron en pedirle explicaciones a golpe de bastón.


18   Invierno

El revisor clavó sus ojos en la rejilla de ventilación. El aire caliente llevaba horas sin circular. Golpeó un panel aparentemente aleatorio del vagón y murmuró algo. Fuera seguía nevando y aunque la luz del atardecer parecía fundir los copos antes de llegar al suelo acabarían teniendo que parar. Parar y esperar. Tal vez llegasen a la tercera estación. Allí la chica de la cafetería era siempre dulce aunque apenas hablase. Hago lo que puedo, dijo con un gesto. Miserable, vago, la culpa es suya, dijeron algunas personas del vagón sin hablar y otras con gruñidos.
Mientras evitaba pensar en que no llegarían a esa estación, el atardecer, que lo sabía, hizo titilar las hojas de árboles, las gotas sobre las ventanas, los copos más lejanos, los tejados de un pueblo en el horizonte... y la luz los sacudió a todos, maravillándolos, sumiéndolos en un silencio invernal que fue suficiente.


19   El primer día

El revisor clavó sus ojos en los del hombre con auriculares al que le tocaba enseñar el billete y exhaló el principio de su fórmula mecánica de cortesía, pero se detuvo al instante cuando, sin sacarse los auriculares y sin levantar la voz, el pasajero articuló con sus labios un impasible no.

Con un gesto de la cara, el revisor se aseguró de que su propia percepción no le había engañado.  

En los instantes posteriores debería haberse roto el silencio, pero ese no sin voz destruyó todos los esquemas narrativos burdamente construidos en la cabeza del revisor durante su breve período de formación. No consiguió articular palabra.

El pasajero se levantó entonces, sacó su billete del bolsillo y lo rompió. Le siguieron todos los demás, en un silencioso efecto dominó adornado de confeti feo y gris.

Así empezó y acabó su carrera como revisor.


20   La parada de los...

El revisor clavó sus ojos en el semblante del último vagón. Una red de pesca cicatrizaba el piso de arriba a abajo, trazando una tragedia de algas y peces que moría en las botas de un hombre de piel curtida y barba aliñada. Lejos de mostrar embarazo por el desorden, la atención del hombre recaía embelesada en una vasija de cobre amarillo con forma de pepino. La pulía con esmero, siempre atento a las instrucciones y rectificaciones del genio sentado a su lado. El tamaño del genio era tan descomunal como su temperamento. La omisión de cualquier manchita le provocaba violentos accesos de ira que generalmente repercutían en la apretujada sirena de su derecha. Buscando una compensación ergonómica, la sirena había optado por descansar su aleta en la cabeza de un golem que, arrodillado en el pasillo, se declaraba a una medusa. Lamentablemente, ella solo tenía ojos para el revisor.

El 20 no está en el formulario, pero se puede votar,

Ya arreglará Boro el desaguisado

mugu escribió:El 20 no está en el formulario, pero se puede votar,

Ya arreglará Boro el desaguisado

YA está

borogis escribió:

mugu escribió:El 20 no está en el formulario, pero se puede votar,

Ya arreglará Boro el desaguisado

YA está

Ya pueden votar ustedes con garantías

Ya ta.
He dejado fuera varios que me han gustado. Gran ronda.

Muy buena ronda......muy difícil seleccionar solo cuatro.
He dejado muchos que me molaban fuera.....pero así es el juego.
gracias por poner los micros aqui.
m

Ejercido mi derecho democrático

He votado
17. 1. 6. 11.

Se ha quedado fuera el bosque, yoquéséporqué

Enorme ronda, qué difícil decidir. Aquí la creme brulee de esta semana…

20.- La parada de los...: qué buen relato de monstruitos, qué bien construido y con qué atmósfera tan opresiva. Tiene algo de cine de serie B, de peli de Todd Browning en blanco y negro. Qué narices: «la literatura es teratología», que escribe Mircea Cartarescu. Por todo ello, tres puntos como tres gorgonas. (3)

18 Invierno: la poesía callando bocas, la mera imagen de la belleza alzándose por encima de la ira. Merece puntuación alta, ¡ya lo creo que la merece! (2)

10.- La primera impresión: tiene algo de saramagiano esa ceguera compartida. Relato misterioso que llama la atención. (1)

19.- El primer día: una rebelión, una anarquía silenciosa entre los pasajeros. Relato que rezuma espíritu ácrata. Merece entrar en los puntos. (1)


Y menciones muy especiales para:

6.- Bachmann On30: precioso relato juguetil. Me suena a recurso ya empleado, pero el relato sigue funcionando, y muy bien.
14.- La escalera de Patricia: experiencia cercana a la muerte, narrada con una analogía. Lo leo con cierto deja vu, pero está muy bien.
15.- El Revientatrenes nietzscheano: me ha gustado mucho, muchísimo (ese llamar Norteña a Gijón, a lo Nacho Vegas) pero hay una frase en el párrafo del medio que no tiene sentido. Las comas. Lástima, porque estaba muy bien.
17.- Deformación profesional: está fantástico, pero me ha recordado también a un relato en un tiovivo que escribí hace poco. Deja vu. Pero gran relato, en cualquier caso.



Y eso.

Votado!!! (espero, porque se me había olvidado conectarme)

Repartidos (o no) entre:
6, 8, del 10 al 15, 17 y 18.

Stoneheart escribió:Repartidos (o no) entre:
6, 8, del 10 al 15, 17 y 18.

Te ha faltado decir del 1 al 20

Hecho

No sería la primera vez que dejo sin mencionar relatos que me gustan para no tener que decir "todos menos estos dos y el mío".

Invierno
Bachmann
Desde La Courneuve hasta Pont de Sèvres
Deformación profesional

¿Sólo me han flipado a mí los monstruos?

Yata.

salakov escribió:¿Sólo me han flipado a mí los monstruos?

Los monstruos son fantásticos, ojalá se me hubiera ocurrido algo así. Yo creo que se llevarán buena puntuación.

Koikila escribió:

salakov escribió:¿Sólo me han flipado a mí los monstruos?

Los monstruos son fantásticos, ojalá se me hubiera ocurrido algo así. Yo creo que se llevarán buena puntuación.

Está en mis votos

Koikila escribió:Votado!!! (espero, porque se me había olvidado conectarme)

Están tus votos, quédate tranquila

Koikila escribió:

salakov escribió:¿Sólo me han flipado a mí los monstruos?

Los monstruos son fantásticos, ojalá se me hubiera ocurrido algo así. Yo creo que se llevarán buena puntuación.

los monstruos molan mucho, luego cuento por qué no lo he votado. Cosas mías.

hasta que hora puedo votar sin leer?

Sugar Bug escribió:hasta que hora puedo votar sin leer?

Haz el favor, Sugar.

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:hasta que hora puedo votar sin leer?

Haz el favor, Sugar.

que? ahora es obligatorio votar????

Sugar Bug escribió:

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:hasta que hora puedo votar sin leer?

Haz el favor, Sugar.

que? ahora es obligatorio votar????

Es obligatorio leer, no votar. O al revés... Bueno, no sé. No me líes.

Venga hombre

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:hasta que hora puedo votar sin leer?

Haz el favor, Sugar.

que? ahora es obligatorio votar????

Es obligatorio leer, no votar. O al revés... Bueno, no sé. No me líes.

es obligatorio liar!!!!

Y todavía sin frase...

Eloy escribió:

Sugar Bug escribió:

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:

Nomeko7 escribió:

Sugar Bug escribió:hasta que hora puedo votar sin leer?

Haz el favor, Sugar.

que? ahora es obligatorio votar????

Es obligatorio leer, no votar. O al revés... Bueno, no sé. No me líes.

es obligatorio liar!!!!

el que lo lía lo peta!!!!!!








y así pasé los 90...

Se puede votar hasta que vote el último.

Faltaría más.

tacitus escribió:Venga hombre

¿Usted ya ha votado?

Que parezco Montoro recaudando impuestos evadidos

me suda la polla. esta vez no voto! a la mierda!

mugu escribió:Se puede votar hasta que vote el último.

Faltaría más.

¿Pero, si me espero a que vote el último para votar, no me convierte eso en la última y por lo tanto se alargaría la ronda hasta el infinito?

...

Stoneheart escribió:

mugu escribió:Se puede votar hasta que vote el último.

Faltaría más.

¿Pero, si me espero a que vote el último para votar, no me convierte eso en la última y por lo tanto se alargaría la ronda hasta el infinito?

...

como se nota que tienes estudios...

Stoneheart escribió:

mugu escribió:Se puede votar hasta que vote el último.

Faltaría más.

¿Pero, si me espero a que vote el último para votar, no me convierte eso en la última y por lo tanto se alargaría la ronda hasta el infinito?

...

harfavó de votar y deja tranquilos a la tortuga y al del talón

Voy a esperar un rato al último votante, merece la pena dado lo apretado de la cabeza.

Tengo que salir.

No cerramos votación hasta las 22.00 h.

Hora prevista de la gala: 22.30 h

Disculpad si se os hace tarde, pero es inviable cualquier otro horario.

Besos

Votado.

Mis disculpas mugu. Me encantaba la frase, medio tenía el relato, pero se me complicó el asunto.