EL ENTREMÉS MICRORRELATERO ABSURDO Y VIOLENTO.

Belker escribió:RELATO A CONCURSO


La verdad de Pe.

Penélope, con su bolso de piel marrón, y sus zapatos de tacón, y su vestido de domingo, es una mujer a la que le pasan cosas, y no un alma lánguida de corazón roto que se sienta en un banco a llorar al imbécil que se fue a comprar tabaco. Joan Manuel mintió, pretencioso y mentiroso manipulador. Maldita sea... ¡no os fiéis de Serrat!

Yo soy Penélope. Con mi bolso de piel marrón. Y mis zapatos de tacón. Y mi vestido de domingo. Y os voy a contar mi historia.


Yo era la mayor de seis hermanos. Crecí en una familia adinerada en un pequeño pueblo de Andalucía. Mi abuelo materno era terrateniente y mi madre heredó una situación acomodada. Siempre hubo mujeres que nos cuidaban y hombres, familias enteras que trabajaban la tierra. Hasta que mi padre se lo jugó todo y lo perdió cuando yo tenía 10 años. Ví cómo nos sacaban nuestras cosas de casa y nos quedamos en la calle. Apenas le quedaron a mi madre unos cacharros de cobre para cocinar y una máquina de coser. Pena que no se llevaron a mi padre.

Bien joven y ya en otro lugar, en Cataluña, me hice costurera, modista, que en aquel tiempo sonaba más moderno. Mi madre era mujer que siempre estaba enferma, ahora entiendo que era una suerte de defensa para no afrontar la vergüenza del devenir de su vida. Mi padre siguió jugando, bebiendo y seduciendo a cualquier cosa con faldas. Con catorce años conocí a Joan Manuel.




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Belker escribió:Evidentemente, estoy usando mi doble nick

Belker escribió:RELATO A CONCURSO


La verdad de Pe.

Penélope, con su bolso de piel marrón, y sus zapatos de tacón, y su vestido de domingo, es una mujer a la que le pasan cosas, y no un alma lánguida de corazón roto que se sienta en un banco a llorar al imbécil que se fue a comprar tabaco. Joan Manuel mintió, pretencioso y mentiroso manipulador. Maldita sea... ¡no os fiéis de Serrat!

Yo soy Penélope. Con mi bolso de piel marrón. Y mis zapatos de tacón. Y mi vestido de domingo. Y os voy a contar mi historia:

Yo era la mayor de seis hermanos. Crecí en una familia adinerada en un pequeño pueblo de Andalucía. Mi abuelo materno era terrateniente y mi madre heredó una situación acomodada. Siempre hubo mujeres que nos cuidaban y hombres, familias enteras, que trabajaban la tierra, hasta que mi padre se lo jugó todo y lo perdió cuando yo tenía 10 años. Ví cómo sacaban nuestras cosas de casa y nos quedamos en la calle. Apenas le quedaron a mi madre unos cacharros de cobre para cocinar y una máquina de coser. Pena que no se llevaran también a mi padre.

Bien joven y ya en otro lugar, en Barcelona, me hice costurera, modista, que en aquel tiempo sonaba más moderno. Mi madre era mujer que siempre estaba enferma, siempre le dolía algo. Ahora entiendo que era una suerte de defensa para no afrontar la vergüenza del devenir de su vida y lo que le dolía en realidad eran las mentiras de mi padre y el destierro de su familia, que le puso un piso en una ciudad bien lejana para perdernos de vista. Mi padre siguió jugando, bebiendo y seduciendo a cualquier cosa con faldas. Con dieciseis años conocí a Joan Manuel.

Hacerse mayor era una mierda. Nunca crecí tanto como la primera vez que pisé Barcelona, la partida, la pérdida y la nueva realidad no eran una pesadilla, aquella ciudad las hizo reales. La Itaca que me convirtió en Penélope y me condenó a tejer sueños, con el reloj de mi vida parado y los ojos teñidos de ayeres: ayeres de campos verdes, de juegos entre los almendros. Ayeres en los que iba a estudiar, y a ser maestra. Ayeres en los que aprendía a tocar el violín, en los que ignoraba los juegos perversos de los mayores. Ayeres donde no era la esclava de una casa, donde no tenía que ocuparme de mis hermanos ni ciudar de mi madre, ni aprender el oficio de modista.

Los jueves era el día de las modistillas, y las chicas de todas las sastrerías íbamos al cine o salíamos a bailar al terminar de trabajar. Solía llevar el pelo sujeto en un moño que se deshacía con frecuencia. Alguien me tocó en el hombro.

- Se te ha caído esto. - Me dijo ofreciéndome el alfiler de plata. Al ir a cogerlo me sorprendieron sus manos agarrando mi cabello y recomponiendo el recogido con el alfiler. Él me sonrío, pero yo me giré altanera desaprobando su atrevimiento. Ni que decir tiene, que el gesto me gustó.

Belker escribió:

Belker escribió:RELATO A CONCURSO


La verdad de Pe.

Penélope, con su bolso de piel marrón, y sus zapatos de tacón, y su vestido de domingo, es una mujer a la que le pasan cosas, y no un alma lánguida de corazón roto que se sienta en un banco a llorar al imbécil que se fue a comprar tabaco. Joan Manuel mintió, pretencioso y mentiroso manipulador. Maldita sea... ¡no os fiéis de Serrat!

Yo soy Penélope. Con mi bolso de piel marrón. Y mis zapatos de tacón. Y mi vestido de domingo. Y os voy a contar mi historia:

Yo era la mayor de seis hermanos. Crecí en una familia adinerada en un pequeño pueblo de Andalucía. Mi abuelo materno era terrateniente y mi madre heredó una situación acomodada. Siempre hubo mujeres que nos cuidaban y hombres, familias enteras, que trabajaban la tierra, hasta que mi padre se lo jugó todo y lo perdió cuando yo tenía 10 años. Ví cómo sacaban nuestras cosas de casa y nos quedamos en la calle. Apenas le quedaron a mi madre unos cacharros de cobre para cocinar y una máquina de coser. Pena que no se llevaran también a mi padre.

Bien joven y ya en otro lugar, en Barcelona, me hice costurera, modista, que en aquel tiempo sonaba más moderno. Mi madre era mujer que siempre estaba enferma, siempre le dolía algo. Ahora entiendo que era una suerte de defensa para no afrontar la vergüenza del devenir de su vida y lo que le dolía en realidad eran las mentiras de mi padre y el destierro de su familia, que le puso un piso en una ciudad bien lejana para perdernos de vista. Mi padre siguió jugando, bebiendo y seduciendo a cualquier cosa con faldas. Con dieciseis años conocí a Joan Manuel.

Hacerse mayor era una mierda. Nunca crecí tanto como la primera vez que pisé Barcelona, la partida, la pérdida y la nueva realidad no eran una pesadilla, aquella ciudad las hizo reales. La Itaca que me convirtió en Penélope y me condenó a tejer sueños, con el reloj de mi vida parado y los ojos teñidos de ayeres: ayeres de campos verdes, de juegos entre los almendros. Ayeres en los que iba a estudiar, y a ser maestra. Ayeres en los que aprendía a tocar el violín, en los que ignoraba los juegos perversos de los mayores. Ayeres donde no era la esclava de una casa, donde no tenía que ocuparme de mis hermanos ni ciudar de mi madre, ni aprender el oficio de modista.

Los jueves era el día de las modistillas, y las chicas de todas las sastrerías íbamos al cine o salíamos a bailar al terminar de trabajar. Solía llevar el pelo sujeto en un moño que se deshacía con frecuencia. Alguien me tocó en el hombro.

- Se te ha caído esto. - Me dijo ofreciéndome el alfiler de plata. Al ir a cogerlo me sorprendieron sus manos agarrando mi cabello y recomponiendo el recogido con el alfiler. Él me sonrío, pero yo me giré altanera desaprobando su atrevimiento. Ni que decir tiene, que el gesto me gustó.

Editado y continuado.

Belker escribió:RELATO A CONCURSO


La verdad de Pe.

Penélope, con su bolso de piel marrón, y sus zapatos de tacón, y su vestido de domingo, es una mujer a la que le pasan cosas, y no un alma lánguida de corazón roto que se sienta en un banco a llorar al imbécil que se fue a comprar tabaco. Joan Manuel mintió, pretencioso y mentiroso manipulador. Maldita sea... ¡no os fiéis de Serrat!

Yo soy Penélope. Con mi bolso de piel marrón. Y mis zapatos de tacón. Y mi vestido de domingo. Y os voy a contar mi historia:

Yo era la mayor de seis hermanos. Crecí en una familia adinerada en un pequeño pueblo de Andalucía. Mi abuelo materno era terrateniente y mi madre heredó una situación acomodada. Siempre hubo mujeres que nos cuidaban y hombres, familias enteras, que trabajaban la tierra, hasta que mi padre se lo jugó todo y lo perdió cuando yo tenía 10 años. Ví cómo nos sacaban nuestras cosas de casa y nos quedamos en la calle. Apenas le quedaron a mi madre unos cacharros de cobre para cocinar y una máquina de coser. Pena que no se llevaran también a mi padre.

Bien joven y ya en otro lugar, en Barcelona, me hice costurera, modista, que en aquel tiempo sonaba más moderno. Mi madre era mujer que siempre estaba enferma, siempre le dolía algo. Ahora entiendo que era una suerte de defensa para no afrontar la vergüenza del devenir de su vida y lo que le dolía en realidad eran las mentiras de mi padre y el destierro de su familia, que le puso un piso en una ciudad bien lejana para perdernos de vista. Mi padre siguió jugando, bebiendo y seduciendo a cualquier cosa con faldas. Con dieciseis años conocí a Joan Manuel.

Hacerse mayor era una mierda. Nunca crecí tanto como la primera vez que pisé Barcelona, la partida, la pérdida,  la traición no eran una pesadilla, aquella ciudad las hizo reales. La Itaca que me convirtió en Penélope y me condenó a tejer sueños, con el reloj de mi vida parado y los ojos teñidos de ayeres: ayeres de campos verdes, de juegos entre los almendros. Ayeres en los que iba a estudiar, y a ser maestra. Ayeres en los que aprendía a tocar el violín, en los que ignoraba los juegos perversos de los mayores. Ayeres donde no era la esclava de una casa, donde no tenía que ocuparme de mis hermanos ni ciudar de mi madre, ni aprender el oficio de modista.

Los jueves era el día de las modistillas, y las chicas de todas las sastrerías íbamos al cine o salíamos a bailar al terminar de trabajar. Solía llevar el pelo sujeto en un moño que se deshacía con frecuencia. Alguien me tocó en el hombro.

- Se te ha caído esto. - Me dijo ofreciéndome el alfiler de plata. Al ir a cogerlo me sorprendieron sus manos agarrando mi cabello y recomponiendo el recogido con el alfiler. Él me sonrío, pero yo me giré altanera desaprobando su atrevimiento. Ni que decir tiene, que el gesto me gustó.

No sólo era la mayor, sino que además, mis cinco hermanos eran varones. Teniendo en cuenta la ideología franquista de mi padre, se me obligaba a rendir pleitesía y servilismo a los hombres de la casa. Era mi deber. Naturalmente, salí roja, para vergüenza e ira de mi progenitor.

Alberto me seguía en edad, apenas nos llevábamos un año. De entre todos los hermanos nosotros siempre habíamos sido uña carne, teníamos una conexión especial; hasta que yo me convertí en mujer y él en el espía de mi padre. Siempre le tenía detrás cada jueves. Por suerte, él se convirtió en hombre y empezó a disfrutar en los bailes y tener cierto éxito con las chicas, lo que me dejaba cierto margen de maniobra para divertirme. Pero cuando se enteró de mi relación con Joan, decidió unirse a la cruzada conservadora de mi padre, empeñados en que jamás un hombre me pusiera una mano encima. Pero no, Alberto no fue el motivo de que se él se largara y me dejara plantada bolso de piel marrón en mano y zapatos de tacón en pies.

Por aquel entonces, Diego cumplía 13 años. Carlitos 11. Luis 8 y Pablo, el chiquitín y niño de mis ojos 4. Carlitos tenía aires amanerados, siempre los tuvo, aún hoy, nunca ha hecho pública su homosexualidad a pesar de la evidencia de sus relaciones. Yo le entiendo, fue muy difícil que las cosas que le hicieron vivir no le convirtieran en un hombre triste. Aún arrastra un gesto mutilado.  

Luis enfermó. Y murió. Con 8 años. Pocos días después del encuentro del alfiler. A Joan volví a verle cada Jueves en el baile. Naturalmente, era proceder que siguiera mostrándome esquiva, aunque cada mañana de jueves, elegía mi vestido, me calzaba los tacones, y me maquillaba antes de salir de la sastrería sabiendo que le encontraría. No entendía la vida. No entendía la muerte. No entendía nada. No sabía qué sería un beso, no sabía qué habría de hacerse después de un beso. No tenía ni puta idea de por qué los niños de 8 años morían. No comprendía qué me sucedía, salvo que mi corazón latía con fuerza, por el deseo, por la rabia infinita, por las ganas de romper cosas, por la necesidad de huir gritando y cantando y bailando y blasfemando. Era una mezcla de muchas cosas. En el fondo... sigo siendo una mezcla de muchas cosas. Es de esos algos que con los años no he sabido resolver.

Sugar Bug escribió:por ahora va ganando belkes...